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Rabem interpreta la visión de un artista desganado y cansado de lo que hacen ver que “solo la música de discoteca es lo que cuenta” como si no existieran más géneros y estilos musicales. De ahí a que esta canción interpretada (a propósito) con cierta desgana no se considera música buena, por no ser enérgica y está mal, por no cumplir con el canon musical que están vendiendo.
El panorama musical no es la excepción de una vida en constante evolución. Cada día surgen nuevos artistas, géneros y tendencias que hacen que la música se transforme constantemente. En este contexto, es común preguntarse si estos cambios son para mejor o para peor.
Se trata de una reflexión sobre el proceso de cambio que experimenta la música y cómo esto afecta a los artistas y al público en general.
La letra de la canción invita a reflexionar sobre el futuro de la música y cómo los cambios que se están viviendo pueden ser positivos o negativos. En este sentido, se cuestiona si la música está evolucionando hacia un lugar mejor o si, por el contrario, se está perdiendo algo importante en el camino.
La canción también hace referencia a la importancia de mantenerse fiel a uno mismo y a su estilo musical, sin importar los cambios que se estén viviendo en la industria. Es un llamado a los artistas a no perder su esencia en un mundo que demanda constantes transformaciones.
Por otro lado, la canción también plantea la idea de que los cambios pueden ser una oportunidad para reinventarse y explorar nuevas posibilidades. Es una invitación a ver el panorama musical como un espacio de crecimiento y aprendizaje, en lugar de como una amenaza.
En conclusión, la canción que aborda este tema invita a reflexionar en el futuro de la música y a encontrar un equilibrio entre la evolución y la preservación de lo que hace única a cada artista y género musical.